lunes, 2 de julio de 2007

LEYENDAS

EL DUENDE

Fue un caso muy sonado el que sucedió a una joven de nombre Graciela cuando tenía 16 años. Sus ojos eran castaño claros, su cabello ondulado, sedoso y brillante. Toda ella era un bello sueño, pero era muy pobre.En realidad vivía en un maloliente mesón que estaba en la 10» Avenida Sur, media cuadra al sur de la Policía Nacional, en el centro de San Salvador. Graciela iba a la escuela pública “5 de Noviembre” y era constantemente acechada por los muchachos.Terminó la primaria y se dedicó a la costura y un día estaba almorzando en su casa cuando le cayó un terrón de pared en la comida. Luego, agachada lavando trastes, jarros y platos, estaba cuando volvió a recibir otro terronazo. Ya era de noche y Graciela se acostó, cuando de repente se oyó un grito y despertó a todos. —¿Qué pasa? —preguntó el padre. —Papá, papá. Alguien me tocó la pierna —dijo la muchacha.

Desde aquel día, todas las horas de su vida, en todas partes, Graciela sentía la presencia de alguien que la espiaba constantemente.Hasta que don Juancho, que era vecino, se enteró de lo sucedido a la joven y les dijo que un duende era el que estaba molestando a Graciela. Este es un espíritu enamorado que siempre busca a las muchachas más bonitas y no las deja en paz sino hasta que les ve algo que a él no le gusta.La cura es fácil y sencilla: sólo tiene que ser sucia y lo más recomendable es que vaya comer al sanitario. Al día siguiente, Graciela agarró su plato de frijoles y se fue a sentar a comer al sanitario.Varias veces le cayeron tetuntazos en la espalda y de repente escuchó una carcajada. Desde aquel día no volvió a oír ni a sentir nada que le perturbara su tranquilidad. El duende se retiró.

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